Bob Dylan cumple 80 años sin haber dejado de crecer, de crear y de innovar

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El 13 de octubre de 2016, ya hace casi 5 años, se anunció que a Bob Dylan se le había otorgado el premio Nobel de literatura. Más interesante que este hecho, son las razones que se esgrimieron por parte de la academia: «por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». De «Blonde on Blonde» se dijo que es «un extraordinario ejemplo de su brillante manera de rimar, de juntar refranes, de su brillante forma de pensar». Y todo eso, con el añadido de ser una obra maestra del rock y el disco que definitivamente supuso un enorme salto evolutivo en la historia musical del siglo XX.

Ayer cumplió 80 años el maestro Bob Dylan, la gran figura del rock de nuestro tiempo, un músico que durante 60 años no ha cesado de crecer, de crear y de innovar, elemento este (la continuidad y la coherencia de su proceso creativo) que lo distingue de otros músicos y que le confiere la cualidad de verdadera leyenda viva del rock. Pese a todo, Bob Dylan sigue siendo un gran desconocido, un músico que lleva 35 años en un inagotable Never Ending Tour, que todavía provoca reacciones de todo tipo; una carrera de fondo sin final, una huída hacia adelante para alguien para quien la música lo es todo; no es una compañera de viaje, sino una forma de vida.

En el discurso de aceptación del permio Nobel, dijo al referirse a Buddy Holly: «Buddy murió cuando yo tenía 18 años y él 22. Desde el primer momento que lo escuché me sentí conectado, relacionado, como si fuera mi hermano mayor. Buddy escribió la música que amaba, la música con la que crecí: country western, rock and roll y rhythm and blues, tres distintas ramas musicales que fusionó para crear un nuevo género, una marca. Y Buddy escribió canciones, canciones con hermosas melodías e imaginativos versos; y cantaba increíble; era poderoso y electrificante»

En 2016, en la ceremonia de aceptación de MusiCares Person Of The Year, dijo sobre Jimi Hendrix: «No podemos olvidar a Jimi Hendrix. Cogió algunas canciones pequeñas mías a las que nadie hizo caso, y las llevó a los límites exteriores de la estratosfera, y las convirtió todas en clásicos. Tengo que agradecer a Jimi, también. Me gustaría que estuviera aquí.»

Son sólo dos ejemplos de la pasión, la humildad y la devoción con la que siempre se ha manifestado sobre otros músicos, sus referentes, como dejó de manifiesto en todas las temporadas de su legendario Theme Time Radio Show. Pese a toda su popularidad, como señalábamos, Bob Dylan sigue sufriendo mitos y leyendas sobre él que se alimentan y jamás se desvanecen. Hay quien le acusa de frío y distante, cuando es un músico apasionado y entregado con su obra. Otros dicen que se muestra poco atento e inaccesible con su público, cuando la realidad es exactamente la contraria; en todos sus shows se muestra extremadamente cordial, generoso en el esfuerzo y persistente con la idea de establecer una comunicación a través sus canciones, de su obra, que es lo que en realidad importa.

Sin dejar jamás de de innovar; cada concierto es una nueva aventura, unos nuevos arreglos, una inquietud artística que lo lleva a evolucionar constantemente su sonido. Bob Dylan es un tipo humilde, con miedo e inseguridad cada vez que afronta un nuevo concierto, según escribió en Crónicas, exigente con su banda para ofrecer lo mejor a su público (jamás ningún músico se quejó por trabajar con él), extremadamente profesional y celoso guardián de su vida privada. Y por supuesto que con etapas complicadas y carácter contradictorio (como todos los genios).

En 1965, cuando la prensa norteamericana le calificaba del gran poeta de su tiempo, el músico decía: “No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio”. Finalmente, Dylan ha sido siempre un rockero, así lo ha querido, un enorme songwrtiter. Y un hombre que parece que ha contado y ha dicho todo lo que ha querido decir, ¿acaso cabe exigirle más?.

«Entonces notas las flores de la cereza, y ves que a la naturaleza no le afecta todo esto. Los álamos, las mariposas rojas, la belleza frágil de las flores, el sol – se ve cómo la naturaleza es indiferente a todo. Toda la violencia y el sufrimiento de toda la humanidad. La naturaleza ni siquiera lo nota.»

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